Como vimos en el capítulo anterior, el pensamiento mítico otorga a los ancestros el protagonismo de los acontecimientos y de la Historia, dejando para los seres humanos una especie de declaración de principios: no pasa nada ya. Es el universo de la repetición de lo que pasó, el universo de la costumbre, del rito, algo muy propio de las festividades religiosas. Ahora bien, esa “nada” sobre la que se levanta el ser humano es también, ni más ni menos, que LA PALABRA, precisamente aquello que los distingue de los animales y separa el mundo de la naturaleza del ...
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