Dicen que Lisboa no tiene playa; quizás sea verdad, pero sus residentes, autóctonos y extranjeros nunca lo dirían. Agarran su tabla y su toalla y en unos minutos en tren se plantan en Carcavelos o en cualquier playa de la costa que lleva hasta Cascais; en ferri cruzan a Trafaria, que les aproxima a la idílica Caparica; y ya en coche se necesita menos de una hora para perderse en las playas de Tróia y Comporta; en menos de tres se puede tocar el punto más sureño del país, las islas semidesiertas de Formosa. La elección para un día de playa perfecto depende, ...
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