Abordamos en este capítulo la dificultad que tiene el ser humano para sostenerse en el lenguaje, en tanto que un sujeto lingüístico. La pertenencia del ser humano al lenguaje no va de suyo, como a veces se pretende. Los seres humanos, más bien, se sostienen en el lenguaje como un trapecista en una cuerda floja, siempre a punto de caer y de precipitarse al abismo. No nacemos hablando como los caballos nacen y se ponen a trotar. Necesitamos de algo así como de un “embrague”, algo que nos embrague con la cadena de significantes. Hemos comprendido ya en otros ...
continua