El salar de Uyuni, en Bolivia, es el mayor desierto de sal del mundo. Con la fiebre del ‘oro blanco’, el litio, el oficio de salero, o recolector tradicional de sal, prácticamente ha desaparecido. Pero los que se resistieron a marcharse se las ingenian como pueden para sobrevivir. En el pueblo de Colchani comparten sus peripecias lugareños como Estanislao, criador de llamas y chamán, Éric, propietario de un hotel hecho de sal, o Nico, escultor ‘internacional’ y creador de una tarima salada.