Durante décadas hemos reflexionado sobre lo que Hannah Arendt llamó el colapso moral de la población alemana, que sabía y no sabía lo que estaba ocurriendo en los campos de exterminio sin rebelarse contra ello. Hoy estamos frente a una limpieza étnica transmitida por televisión y rebotada en las redes, pero la comunidad internacional no sólo no se rasga las vestiduras, sino que, en muchas ocasiones, se suma a los aplausos. Luego nos preguntaremos apesadumbrados cómo pudo ocurrir una cosa así sin que nadie moviera un dedo, cómo se pudrió el derecho ...
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